Epílogos a una Primavera Global (y la Revolución de las Sombrillas) - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

lunes, 24 de noviembre de 2014

Epílogos a una Primavera Global (y la Revolución de las Sombrillas)



Les pongo como introducción lo mismo que ya he dicho varias veces: a finales de 2010 se inició una serie de movimientos de protesta con ánimos revolucionarios que se extendieron por países de los cinco continentes. Inició con la Primavera Árabe y se extendió al 15M español, el movimiento estudiantil chileno y el Occupy Wall Street estadounidense. En su momento de mayor apogeo, vio protestas similares en muchos países del mundo, desde China hasta Inglaterra. En 2012 se vivió el Yo Soy 132 mexicano y en 2013 atestiguamos lo que parecía ser una revitalización de estos movimientos con protestas en Turquía y Brasil.

Estos movimientos tuvieron, a pesar de su enorme diversidad, rasgos en común: sus protagonistas fueron principalmente jóvenes educados de clase media, y se oponían a diversas formas de autoritarismo, en contra de que poderes fácticos, desde dictadores hasta grandes bancos y corporaciones trasnacionales, decidieran sobre sus vidas, eliminando o pervirtiendo la democracia. El otro factor fundamental fue el uso de las redes sociales como medios de difusión, debate y organización, pues Internet permite una accesibilidad e inmediatez que ningún otro medio hasta entonces podía ofrecer. Así, no es de extrañarnos que paralelamente a estos fenómenos, e incluso a menudo de forma interseccional, se dieran otros en Internet, como WikiLeaks, Anonymous o las revelaciones de Edward Snowden. (Otra similitud: la inesperada apropiación de la máscara de V de Vendetta como símbolo de disidencia).

¿Y qué fue lo que pasó? Los diferentes movimientos tuvieron desenlaces distintos. La Primavera Árabe logró cambios menores en las leyes y los gobiernos de diversos países de Medio Oriente. Logró la caída de cuatro dictadores: Zine El Abidine Ben Ali en Túnez; Hosni Mubarak en Egipto, Muammar Gaddafi en Libia y Ali Abdullah Saleh en Yemen. Fue exitosa en Túnez, el país que la vio nacer, aunque no ha estado exenta de sus propios conflictos. Pero en Libia y en Egipto derivó en inestabilidad, ingobernabilidad y violencia. Los casos de Yemen y Bahrein son aún más desalentadores. Los jóvenes que protagonizaron la Revolución Egipcia eran educados, laicos y democráticos, pero en su nación aún pesa mucho el islamismo como fuerza política, y rápidamente se apresuró a ocupar el poder, aprovechando sus sólidas bases populares, y sólo un golpe de Estado militar le pudo poner fin a su ascenso, devolviendo las cosas a como estaban en un principio. Sin embargo, en Egipto la lucha continúa (No dejen de ver el estupendo documenta The Square al respecto).


En Siria, la respuesta brutal del régimen de Bashar Al Assad contra la versión local de la Primavera Árabe derivó en una guerra civil entre diversas facciones, cada una apoyada por potencias extranjeras, y que llevó a una confrontación diplomática entre los Estados Unidos de Barack Obama y la Rusia de Vladimir Putin que, por fortuna, se resolvió con acuerdos. Sin embargo, lo peor estaba por venir: la inestabilidad en Siria y el fronterizo Irak (donde también hubo su capítulo de la Primavera) permitieron el ascenso del grupo islámico radical más peligroso desde Al Qaeda: Estado Islámico (o ISIS, por sus siglas en inglés), cuya salvajía y barbarie llevaron no sólo a que los antiguos opositores de Al Assad prefirieran ponerse del lado de su dictador, sino a que Estados Unidos estableciera una alianza de facto con el régimen sirio y con Rusia para enfrentarse a este aterrador nuevo enemigo.

La moraleja parece ser que el camino de la revolución nunca es terso, incluso cuando los que la protagonizan profesan y practican métodos e ideales pacifistas, lo que hace comprensible que haya muchos que prefieran "dejar las cosas como están" antes que arriesgarse a que todo se venga abajo en la persecución de un orden mejor que no sabemos si llegará. Yo no soy de estos últimos, claro está, pero los entiendo.

Si en los países árabes la rebelión tenía un objetivo (democracia) y un enemigo (dictadores) claros, en Europa y América la cuestión no era tan inequívoca. Sí, había la noción de que los políticos electos no representaban ya los intereses de la ciudadanía, sino los de otros poderes, específicamente los de sus mismos partidos y los de las grandes corporaciones. Su quehacer político, impulsando medidas que favorecen no a los ciudadanos sino a dichos poderes era, y sigue siendo, bastante obvio y descarado. El crecimiento de un Estado de vigilancia, incluida la militarización de los aparatos de represión, sobre todo en países supuestamente democráticos y desarrollados, se volvió alarmante. También existían algunas exigencias más o menos concretas, como mayor regulación  del sector financiero. Pero fuera de eso, y de algunas ideas bastante lúcidas que algunos de los que participaron tenían (diversos textos y entrevistas me dejaron admirado) no había un objetivo concreto y expreso.


Occupy Wall Street se fue debilitando poco a poco después del furor de los meses iniciales. Aún existe, pero es mucho más reducido. El Yo Soy 132 se desbandó efectivamente poco después del triunfo electoral el PRI en México; por los meses consecutivos siguieron apareciendo manifiestos y convocatorias en su nombre, pero el movimiento se había fragmentado en diferentes variantes regionales, ahora conformadas y dirigidas por los grupúsculos izquierdosos usuales, de ésos que están para cualquier "causa justa" que lo amerite.

En unos y otros movimientos se podían encontrar grupos con causas diversas, pero complementarias: feministas, ambientalistas, colectivos LGTB, gente a favor de la educación pública, de la salud pública... Otros tenían ideas difíciles de conciliar, desde socialdemócratas, socialistas o de plano anarquistas en alguna de sus muchas corrientes. Incluso se podían hallar por los foros a uno que otro demócrata cristiano. Y así como se podían encontrar personas muy lúcidas, de las que uno podía darse cuenta que tenían ideas y sabían de lo que hablaban, también se podían hallar chairos incoherentes, conspiranoicos de los ovnis, fundambientalistas antitransgénicos y magufos varios, lo que fue bastante decepcionante para los que anhelábamos una transformación racional de la sociedad.

Del 15M surgió el partido Podemos, el cual ha sido alabado por posicionarse como una plataforma para que la gente común (o sea, no políticos de carrera) acceda a las curules del poder, lo cual es algo positivo para el empoderamiento de la ciudadanía. Pero también ha recibido muchas críticas, porque su afán democratizador lo ha llevado a posturas francamente demagógicas, del tipo que es igual la opinión de la tía Pili que la de un experto en economía. Esto a su vez lo ha llevado a apoyar posturas anticientíficas, al grado de querer someter cuestiones de ciencia a la votación del pueblo (y de ahí su apoyo a las pseudomedicinas y al movimiento antitransgénicos). Además, en su afán de no ser "ni de izquierdas ni de derechas" se le ha señalado su ausencia total de una brújula económica, y de la expresión de simpatías por demás extrañas, así sea por el chavismo venezolano (del cual ya se desdijo) o el régimen islamista de Irán.


Quizá la moraleja aquí es que no se puede esperar que un movimiento como aquéllos continúe indefinidamente. Espontáneos y horizontales, surgen más por cuestiones emocionales (indignación, rabia, furor, entusiasmo) que por objetivos bien pensados. Conforme el tiempo pasa y el entusiasmo se desvanece, las diferencias aparecen y se hacen evidentes.

Otra moraleja quizá sería que los movimientos de protesta no deberían convertirse en partidos políticos; su función en la sociedad es diferente e igual de importante. Esto no quiere decir que activistas y luchadores sociales, como individuos, no puedan convertirse en gobernantes o funcionarios públicos, pues hay ejemplos positivos de ello. Es que la lógica del movimiento de protesta es diferente a la del partido político, y su actuar debe ser distinto también. Los necesitamos en la calle, ejerciendo presión, difundiendo ideas, haciendo visibles los temas que los poderosos gustan pasar por alto, demostrando que no toda la sociedad se reclina paciente esperando los resultados del quehacer de los políticos, diciendo lo que es necesario que se diga sin compromisos, y celebrando la libertad y el derecho de hacer todo ello. Este ensayo de Foreign Affairs habla de la importancia de movimientos populares masivos de protesta para corregir los rumbos que siguen las naciones, a la vez que advierte que sus propuestas pecan de ser demasiado ingenuas:
Dejada a sí misma, la democracia capitalista tiende a poner más poder en manos de los ya poderosos y más riqueza en manos de los ya acaudalados. Para balancear la gradual erosión de la economía y la justicia, las democracias necesitan ocasionales erupciones de descontento popular. En este sentido, el populismo de izquierdas puede ser un importante correctivo para las tentaciones egoístas a las cuales cualquier élite gobernante es proclive a caer con el tiempo.

Se puede confundir fácilmente la pérdida de impulso de estos movimientos con un fracaso y decir "no lograron nada". Pero como dice Fernando Savater:


Ya lo había dicho antes: uno de los logros más importantes de estos movimientos fue que puso sobre la mesa de discusión asuntos que se daban por sentados, hicieron que el diálogo y la conversación se centraran en problemas que hacía falta atender. Pero también me interesan las consecuencias a largo plazo. ¿Cómo se desarrollarán los precedentes de empoderamiento civil sentados por experimentos como la vigilancia ciudadana de las elecciones o el debate ciudadano en México, o las asambleas de barrio formadas en España? ¿Qué pasará con los memes que surgieron de ahí, las críticas, los análisis y las propuestas? [Entendiendo memes como unidades de información que se pueden transmitir y reproducir, no como chistes mensos en Internet]. 

La experiencia de miles de jóvenes que participaron en estos acontecimientos no se puede borrar de un plumazo; son miles de personas que en un diferentes actividades, cotidianas o extraordinarias, construyen la sociedad, que heredarán sus conocimientos a las generaciones venideras y que quizá lleguen a ocupar posiciones desde las que les sea factible cambiar algo. El cambio social no se logra con un verano de protestas, sino con toda una vida de trabajo y lucha, que tendrá sus momentos espectaculares y otros más discretos.

Ahora, si bien no ha vuelto a haber un momento tan espectacular como 2011, ningún año desde entonces ha pasado sin que ocurra un capítulo de la Primavera Global. En 2012 fue el movimiento estudiantil de Quebec y el Yo Soy 132 mexicanoTurquía y Brasil protagonizaron sus propios movimientos sociales en 2013. En Brasil de momento las cosas se han calmado. Quienes protestaban contra lo que veían como un gasto irresponsable en la organización del Mundial de Futbol y los Juegos Olímpicos, hicieron una tregua en tiempos electorales, pues se presentaba el peligro del regreso de la derecha al poder. Dilma Roussef ha sido reelecta, y como me dicen mis contactos en ese país, no es tanto que les alegre la victoria de Dilma como que les alivia la derrota del otro. Aún queda mucho por exigirle a la reelecta presidenta y se espera una renovación de las protestas conforme se acerquen las Olimpiadas.

Turquía ha perdido los reflectores, pero aún existe un fuerte movimiento social prodemocrático contra el régimen de Recep Tayyip Erdoğan, quien se presenta como esa usual mezcla de política autoritaria y conservadora (en este caso, fundamentada en el Islam) con economía de corte neoliberal. Para los que insisten que economía libre es igual a sociedad libre; en la historia reciente hemos visto muchos ejemplos de cómo gobiernos autoritarios sirven de aliados de las potencias occidentales y sus corporaciones para imponer las políticas del capitalismo neoliberal en países emergentes. Pero además ahora se suman las relaciones conflictivas con el Kurdistán y la amenaza de ISIS en sus fronteras, todo lo cual hace que la lucha contra Erdoğan pase a un segundo plano.


2014 vio lo que pareció en algún momento serían acontecimientos similares: las protestas en Venezuela y en Ucrania. Como en los casos anteriores, se trataron de movimientos iniciados principalmente por jóvenes con educación y en contra de los poderes que decidían sobre sus vidas. Pero estos dos acontecimientos rápidamente derivaron en conflictos violentos y de interés internacional. El que dichos movimientos se dieran contra gobiernos de izquierda polarizó la opinión pública. 

El caso de Venezuela, tras la muerte de Hugo Chávez, es ejemplar. Alrededor del mundo la derecha hipócritamente celebró a los manifestantes, ignorando la presencia de grupos reaccionarios, fascistoides y de células violentas... y cuando digo "violentas" no hablo de pedradas y molotovazos, sino de gente con armas de asalto que quién sabe de dónde sacaron. La izquierda se apresuró a santificar el gobierno chavista de Nicolás Maduro, ignorando los problemas que el país ha sufrido (inseguridad, desabasto, crimen), por causa de un gobierno corrupto, autoritario e incompetente; e ignorando también el descontento legítimo de una buena parte de la población que no se estaba manifestando ni por fascista ni por manipulación de la CIA, sino por motivos muy reales.

Ucrania también dividió opiniones. Una vez más, la izquierda ignoró las razones para un descontento legítimo y descalificó a los manifestantes (para entederlos, ver aquí, aquí y aquí); interpretó el conflicto como resultado de los planes nefarios de grupos fascistoides (que indudablemente los hubo y los hay en el país) manipulados por las potencias occidentales para desestabilizar un gobierno de izquierdas... Que lo único de izquierdas que tenía era ser amigo de la Rusia de Putin, pues hay todavía muchos izquierdosos muy norteados que piensan que ese país representa alguna esperanza para los ideales revolucionarios. Lo cierto es que el conflicto es en gran parte resultado del choque del expansionismo imperialista occidental con el expansionismo imperialista ruso, una situación en la que no cabe buscar a los buenos y a los malos. Tanto en Ucrania como en Venezuela (y en su momento, en Siria y hasta en el conflicto coreano) se vio cómo hay una izquierda a la que le importan poco ideales como igualdad, derechos humanos, libertad de expresión, secularismo, justicia social, distribución de la riqueza y esas cursilerías, y que su guía moral es apoyar a cualquier régimen que sea enemigo de Estados Unidos (y lo demás vale verga).


Ucrania se convirtió rápidamente en un conflicto internacional con la Unión Europa y Estados Unidos de un lado, y Rusia del otro, en lo que parecía una reedición de la Guerra Fría (aquíaquíaquí y aquí). Los ideales del grupo de jóvenes prodemocráticos que iniciaron el movimiento quedaron olvidados muy por debajo de los tejemanejes geopolíticos de esas potencias disputándose posiciones estratégicas.

Pero a nivel global las causas del descontento siguen moviendo a la gente. Esta gráfica publicada en 2013 por The Economist muestra qué países estarían al borde del estallido social en 2014, ¡y miren qué tino! Pues más tarde este mismo año surgió un nuevo movimiento esperanzador, la Revolución de las Sombrillas en Hong Kong. Volvemos a ver las mismas características desde 2010: jóvenes de clase media, sobre todo estudiantes, objetivos prodemocráticos, espontaneidad y horizontalidad del movimiento, métodos de protesta principalmente pacíficos, y uso extensivo de Internet y las redes sociales como instrumentos de comunicación, difusión y organización.

Hong Kong ya había sido escenario de protestas en 2011, cuando la primera y más grande oleada de esta Primavera Global alcanzó a países de todo el mundo. Hoy, la Revolución de las Sombrillas, llamada así porque los manifestantes usaron paraguas para protegerse de las granadas de gas lacrimógeno de la policía china, tiene objetivos muy concretos.


Cuando Hong Kong le fue devuelto a China en 1997 (había sido tomada por Gran Bretaña desde a Guerra del Opio), los hongkoneneses estaban preocupados porque ellos se habían acostumbrado a un nivel de democracia y libertades civiles propios del orden británico y temían las restricciones propias del orden chino. Para calmar los ánimos, el gobierno de Pekín prometió a Hong Kong el ideal de "un país, dos sistemas", en el que la isla gozaría de libertades y derechos democráticos que nadie más tendría en el continente.

Esto ha funcionado más o menos bien desde entonces, pero este año el gobierno chino ha impulsado una serie de reformas electorales para los comicios del legislativo en 2016 y del ejecutivo en 2017. Básicamente, con estas reformas, los candidatos tendrían que ser aprobados por el gobierno central chino. Es decir, se respetará el sufragio universal, pero efectivamente se anulará la democracia.

Desde septiembre hubo una reacción por parte de los ciudadanos hongkonenses, que obviamente estaban en contra de estas medidas. Como en movimientos anteriores, hubo una reivindicación de las plazas, calles y otros espacios públicos como centros medulares de la vida civil, y así nació el Occupy Central With Love And Peace, que hasta rebautizó extraoficialmente la explanada del Complejo Central de Gobierno como "Plaza Cívica" e inició su estrategia de resistencia civil pacífica. Como en otras ocasiones, la reacción represora del gobierno sólo ocasionó que el movimiento creciera (parece que no aprenden).


Sus estrategias son llamativas, como el uso mismo de paraguas: una solución sencilla que activistas de otros lugares del mundo (incluso México) pueden aprender. También han realizado marchas silenciosas para que no digan que son revoltosos violentos, y en ese mismo afán de recuperar los espacios públicos, han establecido bibliotecas y salas de estudio en medio de las plazas, para que los jóvenes puedan dedicarse a sus deberes escolares mientras siguen en el plantón. Los manifestantes han practicado la "economía de compartir" y limpian los sitios después de los plantones, con todo y unidades para el reciclaje. Además, como las redes sociales son una herramienta fundamental para estos movimientos, pero Internet es vulnerable y susceptible de ser interrumpido por las autoridades, se ha implementado el uso de Firechat, una app para celulares que no requiere de conexión a Internet, para que no se pierda la comunicación. En fin, no dejen de leer los enlaces que les acabo de poner en este párrafo, pues hay mucho que aprender y reflexionar ahí.

Aunque este movimiento (como los otros) es horizontal y sin jerarquías, ha sobresalido la figura de Joshua Wong, un muchachito de 17 años que se ha convertido en un referente de las protestas. Wong ha sido activista desde los 15 años, cuando formó junto a sus condiscípulos el colectivo Scholarism, para darle voz a los estudiantes. En 2012 este grupo encabezó un movimiento que logró revocar reformas que habrían ideologizado los programas educativos de Hong Kong para hacerlos más pro-China. A su tierna edad, Wong sabe de lo que habla cuando dirige un discurso sobre democracia o desobediencia civil.


Los medios oficiales chinos, por supuesto, se han dedicado a desprestigiar y tratar de deslegitimar el movimiento, señalándolo como el resultado de oscuras maquinaciones por parte de potencias externas. Del mismo Joshua Wong se ha dicho que es un extremista, un payaso y un radical. Mucha gente se cree esta versión, desde luego, como ha sucedido en otros países, y como sucede en México ahora.

Hablando de México, en nuestro país ha surgido un movimiento, o más que un movimiento, una serie de reacciones de la ciudadanía en contra la inseguridad, la impunidad y la corrupción en todos los niveles de gobierno, así como muchas otras razones para estar indignados. Estas reacciones encontraron su catalizador en la desaparición forzada y muy probable asesinato de 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa. Si esta reacción de rabia e indignación puede traducirse en un movimiento organizado, creo que hay una posibilidad de lograr cambios verdaderos. Pero de eso hablaremos en la próxima entrada. ¡Saludos y que tengan unos días muy revolucionarios!


Esta entrada es parte de la serie Crónica de una Primavera Global, sobre los movimientos sociales de protesta que sacudieron al mundo entre 2010 y 2015.

2 comentarios:

B dijo...

Muy buena entrada. La voy a compartir.

Maik Civeira dijo...

Gracias, hace falta difusión.

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