Bellas y Bestias - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

martes, 3 de octubre de 2017

Bellas y Bestias

EROTISMO, HORROR Y PORNOGRAFÍA ENTRE MONSTRUOS HORRIBLES Y MUJERES HERMOSAS

Barbara Bach en L'Isola degli uomini pesce (1979)

Publicado originalmente en Memorias de Nómada


ADVERTENCIA: La siguente entrada contiene imágenes de sexo explícito y discute temas de violencia sexual. No es apta para menores de edad, personas hipersensibles a estos temas o beatos con prejuicios moralinos. NSFW. Se recomienda discreción. Fuera de aquí, niñato.

Por supuesto, los 80


Un chico y una chica pasan el rato en una tienda de campaña en la playa. Él la impresiona con un acto de ventriloquía que, por alguna razón, logra convencerla de desnudarse por completo. Pero se ven interrumpidos por el arribo de un visitante inesperado: un monstruo mitad pez y mitad humano. El chico pronto cae muerto bajo las garras de la criatura; la chica sale huyendo en toda su desnudez por la playa, sólo para ser sorprendida por un segundo monstruo, que la toma, la arroja bocabajo al suelo y luego se coloca sobre ella para penetrarla desde atrás. La película es Humanoids from the Deep (1980).

Una astronauta explora unos pasajes oscuros en un planeta ignoto. Cuán grande no será su terror cuando vea tras de sí a un monstruoso gusano gigante que la toma por sorpresa. Con sus múltiples tentáculos y trompas que expelen un líquido viscoso, el monstruo la sujeta, la somete, la desuda y, por último, la monta. Podemos ver cómo la bestia empieza a empujar entre las piernas de la mujer y, en un instante, sus alaridos de dolor se convierten en gemidos de placer. El orgasmo es tan intenso que ella muere enseguida. La película es Galaxy of Terror (1981).


Una joven que se hospeda en una cabaña en el bosque escucha de pronto ruidos a mitad de la noche. Como dicta la convención y contra toda lógica, decide salir a investigar “Hola, ¿hay alguien ahí?”. Súbitamente el bosque se vuelve contra ella. Ramas ásperas y parras rugosas salen de la espesura, le sujetan los brazos, la hacen caer al piso y le arrancan la ropa. Algunas de las ramas están estrujando sus senos y jugando con sus pezones mientras otras le obligan a abrir las piernas. Ella se resiste, pero la fuerza vegetal demoniaca es muy superior, y cuando sus piernas quedan abiertas de par en par, una rama se mete entre ellas y la penetra. La película es The Evil Dead (1981).

No es incomprensible que estas escenas tuvieran lugar en películas de terror a principios de los 80. Después de todo, la década anterior vio un aumento de imágenes violentas y sexualmente explícitas en el cine, incluso en el más mainstream y comercial, y las escenas de violación se volvieron algo relativamente común. 


Pensemos en películas como Straw Dogs y A Clockwork Orange (ambas de 1971) que muestran perturbadoras imágenes de violaciones. Hasta el sutil Alfred Hitchcock impactó a su audiencia con Frenzy (1972). Incluso cuando las violaciones no aparecían en pantalla, eran a menudo elementos importantes de tramas en las que la violencia reinaba, como en Dirty Harry (1971) o Death Wish (1972). Esto para no hablar de que los 70 fueron la era dorada de las películas sexploitation, un subgénero de la Serie B, que mezclaban sexo y violencia con mucha generosidad.

Esto se debió por un lado al relajamiento en la moral sexual y la censura en el mundo occidental a partir del paso de las contraculturas en la segunda mitad de la década de los 60. Por otro lado, los 70 marcaron el inicio de una era de mayor violencia, crisis económica y criminalidad en las ciudades, todo ello bajo la sombra de la guerra de Vietnam, que dio fin a la “edad dorada” del capitalismo, de paz y prosperidad, que se vivió en las dos décadas anteriores. Era natural que el cine reflejara los temores una sociedad en crisis, y es quizá por ello que las cintas de acción y ciencia ficción fueron tan sombrías y violentas.


De igual forma, quizá ésa es la razón de que los 70 fueran una época idónea para el desarrollo del cine de terror, que dio algunas de sus obras maestras en aquellos años: Rosemary’s Baby (1968),  The Exorcist (1973), The Texas Chain Saw Massacre  (1974), The Omen (1976), Halloween (1978) y Alien (1979), por dar algunos de los más señeros ejemplos. Algunas de ellas ya involucraban violencia sexual. En Rosemary’s Baby la personaje titular es tomada por Satán estando drogada y semiinconsciente; en The Hills Have Eyes (1977), un psicópata mutante viola a una adolescente, mientras que en The Entity (1982) un ser invisible asalta en repetidas ocasiones a la protagonista. 

Desde luego, esto trascendió la década, y ejemplos de películas de horror que incluyen violencia sexual (ya sea perpetrada por humanos o criaturas sobrenaturales) pueden encontrarse a lo largo de los años y hasta la fecha, como parte de tendencias que fluctúan. El contexto histórico y las tendencias culturales de la época nos explican por qué los monstruos violadores empezaron a aparecer sin pena ni pudor en el cine de terror de los 80, que era de lo que originalmente quería hablar en este texto. Pero al investigar me topé con que en realidad el tropo se remonta hasta tiempos muy antiguos y se expresa en géneros narrativos muy distintos, no sólo en el horror. Me encontré ante un panorama muy interesante. Hagamos un recorrido.

El toque de un monstruo


Las historias de seres sobrehumanos que tienen relaciones sexuales con hombres y mujeres normales son tan antiguas como la narrativa misma. Dioses, ángeles y demonios, ya sea mediante la seducción, el engaño o la fuerza, se aparean con humanos en muy diversos relatos de la mitología. Los íncubos y los súcubos de la antigua sumeria eran demonios a la vez seductores y posesivos, y conocen equivalentes en muy diversas tradiciones. Los centauros y faunos de la mitología griega eran conocidos por su gran potencia sexual y su afición a raptar hermosas doncellas. Los cuentos de hadas como Caperucita Roja o La Bella y la Bestia tienen sutiles connotaciones sexuales.

La literatura de horror, creada específicamente alrededor de temas siniestros y macabros, con el propósito de producir miedo, surge como tal a finales del siglo XVIII, parte del Romanticismo. Desde un inicio estuvo íntimamente relacionada con la sexualidad, de formas más o menos veladas y sugestivas. El viejo tío sórdido o el monje decrépito que acosa a la heroína de la típica novela gótica puede tener algo más en mente que sólo volverla loca para robarle su herencia, aunque las buenas costumbres impedirán explicitar de qué se trata. Desde sus orígenes en la literatura anglosajona a principios del siglo XIX, los vampiros han estado rodeados de un halo de sensualidad malsana pero irresistiblemente erótica.

Es quizá en lo más ínfimo de la literatura popular, las revistas pulp de principios de siglo XX (y sus antepasados victorianos, los penny dreadfuls) en donde podremos encontrar los primeros ejemplos explícitos de violaciones de jóvenes hermosas a manos de villanos en historias de horror, por lo común humanos dementes y retorcidos (o hasta deformes). 


Estas publicaciones se caracterizaban por su sensacionalismo barato y, ya que nada apela a nuestros instintos más básicos como el sexo y la violencia, los autores, ilustradores y editores sabían que combinarlas era una apuesta segura para atraer a su poco refinado público, principalmente compuesto por varones de clase media y trabajadora. Incluso si la historia no incluía una violación, las portadas casi siempre mostraban a una hermosa joven (con escotes generosos, vestidos cortos o de plano la ropa desgarrada) vulnerable ante el poder de un villano o un monstruo.

El atractivo de esta combinación sexo-violencia / erotismo-horror es innegable. Hasta finales de los 60 la violencia sexual explícita era monopolio de aquellas publicaciones, pero la estética de las portadas pulp fue reproducida en los afiches de las películas de monstruos, y no solamente de las de Serie B, sino de las grandes producciones de los más prestigiados estudios hollywoodenses. Nunca veríamos una violación, ni siquiera insinuada, en las películas de horror clásicas de las décadas de los 30, 40 o 50. Pero en los pósters, así como en algunas escenas que no podían faltar, invariablemente tendríamos la imaginería correspondiente: un monstruo masculino que captura y somete a una bella mujer vulnerable y aterrorizada (aqui una galería de ejemplos).


Ahora bien, existen muchos motivos por los que un creador puede decidir narrar (o sugerir) una violación en sus historias. Puede por ejemplo, querer enfrentar a su público con una realidad atroz, un aspecto de la existencia en este mundo violento y sexista que a menudo se ignora o se minimiza. O puede querer usarla como recurso sensacionalista fácil que sabe que incomodará y/o incitará el morbo en su público. O quizá de plano podría pretender erotizarla o romantizarla, que ello también tiene un largo historial en la narrativa.

Tratándose de una película o relato de horror se podría decir que la violación es un elemento más de los que están ahí para horrorizar al público, como lo están todos esos asesinatos, torturas y mutilaciones. Pero en definitiva, hay ocasiones en las que no se puede dudar, pero ni un poquito, de que su inclusión incluye cierta intención morbosa, erótica o pornográfica para satisfacer a un público principalmente masculino.

Gemidos para Pie Grande


Como dije, la erotización y romantización de la violencia sexual tiene un larguísimo historial. Es decir, relatos en los que una violación se plantea a propósito como un elemento erótico o romántico, y no como la atrocidad que en realidad siempre es. En lo personal creo que hay un poco de eso en toda aquella imaginería de monstruos abductores de la literatura y el cine. Que hay y ha habido (probablemente desde siempre) quien se sienta excitado por la idea de que una criatura inhumana tenga coito (consensuado o no) con una hembra humana, queda demostrado por el hecho de que existe un amplio y variado submundo de pornografía de monstruos.

Creo que podemos estar de acuerdo en que el objetivo de la pornografía es estimular el apetito sexual de quien la consume, y para un número sorprendentemente amplio de lectores y espectadores (incluyendo muchas mujeres), ello se logra con una buena escena de sexo entre monstruos y hembras humanas. No he podido encontrar información que indique desde cuándo existe material erótico que las incluya (sin que sean parte de historias de terror), pero definitivamente el boom de esta tendencia se dio recientemente gracias a Internet.


La red de redes permite encontrar con facilidad contenidos que satisfagan todos esos fetiches de los que nos avergonzamos ante familiares y amigos. Para quienes que tienen talento y creatividad (aunque sea muy poco), les facilita hacerse de un público ávido de sus más perversas creaciones. Así, desde un inicio hubo foros de Internet en los que se podían compartir narraciones, dibujos o historietas creadas por fans (muy a menudo, fanart y fanfiction sexualmente explícitos de personajes de la cultura pop; Regla 34 del Internet: si existe, hay una versión porno de ello). Dentro de todo ello, el porno con monstruos no se hizo esperar.

Quizá ello se debió a la influencia del hentai, el porno dibujado japonés (ya sea como imágenes, videos o historietas), que se hizo masivamente accesible en Occidente a partir de la llegada de Internet. Las historias de monstruos folladores en el hentai son harto comunes, pero un subgénero en particular es característico de la pornografía nipona: los tentáculos.


Hay antecedentes antiguos, como la pintura El sueño de la esposa del pescador de Katsushika Hokusai (1814) muestra a una mujer interactuando eróticamente con un par de pulpos, y no es la única de su época. Sin embargo, la moderna pornografía de tentáculos inició (but of course!) a mediados de  la década de los 80, como una respuesta a una prohibición impuesta a la industria del hentai, que les impedía mostrar penes. Si en vez de falos se usaban los tentáculos de un monstruo, demonio o cefalópodo, la prohibición no aplicaba. Fue un éxito rotundo y, como muchos otros tropos provenientes de la pornografía nipona, fue imitado en Occidente y adaptado a los gustos locales

Yo mismo jugué a deconstruir algunos de los lugares comunes de este tipo de materiales en mis relatos Tentáculos y Hentai, parte de mi novela Frikifilia (aprovecho para hacer el comercial), y en esta misma entrada, al describir las escenas de las películas de terror.


Con la aparición de diferentes programas de fácil acceso, en la presente década llegó la posibilidad de que casi cualquier usuario pudiera hacer animaciones pornográficas en 3D, algunas de las cuales ven de tan alta calidad como los mejores videojuegos del mercado. Con ello, la animación porno (monstruos incluidos) ya no era monopolio de Japón y sus estudios de hentai. Y, por supuesto, los monstruos (con o sin tentáculos) figuran ampliamente en estas obras, que van desde gifs animados hasta cortometrajes completos.

Por otro lado, hubo quien encontró en las oportunidades de autopublicación que ofrecía Amazon una mina de oro: historias eróticas protagonizadas por monstruos y mujeres. Son relatos breves, cuya autoría por lo general no es profesional (y cuya calidad literaria es risible) en los que alguna criatura mítica, prehistórica o sobrenatural toma contra su voluntad a una o varias mujeres bellas, que al principio se horrorizan pero al cabo terminan sintiendo orgasmos épicos con los inverosímilmente grandes falos de la bestia (e incluso enamorándose de ella). 


Fue Virginia Wade (es un nom de plum) la que abrió las puertas del diluvio cuando se le ocurrió la extravagante historia de un grupo de jóvenes excursionistas que son asaltadas por el mismísimo Pie Grande, en la ahora clásica novela corta Moan for Bigfoot. Lo curioso es que la mayoría de las autoras y del público son mujeres. El éxito de estas obras de infraliteratura ha sido tan rotundo que algunas autoras hasta se pudieron dar el lujo de dejar sus trabajos y vivir de ello. El resto es historia.

Pero, ¿por qué?


No fueron ellas las primeras mujeres que escribieron este tipo de material erótico. No olvidemos el éxito de las Crónicas vampíricas de Anne RiceY ya en tiempos del pulp Leah Bonah Drake, entre otras, escribió para la legendaria Weird Tales los poemas They Run Again y The Wood-Wife, sobre encuentros sugestivos de mujeres con hombres lobo y demonios:

Sister, listen! . . . The King-Wolf howls!
The pack is running! . . . Drink down the brew,
Don the unearthly, shaggy cowls, —
We must be running too! 

Ya hasta existen entradas de Wikipedia para explicar qué es la teratofilia (atracción sexual hacia los monstruos) y la exofilia (atracción sexual hacia seres sobrenaturales). Esto ha llamado la atención tanto de los moralistas habituales como de científicos sociales y psicólogos que tratan de explicar el por qué de esta fascinación.


Por ejemplo, Scott A. McGreal en Psycholgy Today propone una explicación tentativa que podría ser refutada o comprobada con ulteriores investigaciones. Empieza por señalar que las fantasías de violación son más comunes entre mujeres de lo que uno pensaría. Esto podría explicarse porque en la imaginación de la mujer su “depredador” es una figura masculina, oscura y peligrosa, que demuestra su poder y fuerza, a la vez que ella puede percibirse como alguien tan atractiva y sensual que aquél no puede resistirse a su deseo de poseerla. Todo esto se presenta como algo sumamente erótico.  

Lo anterior, sobra decirlo, no significa que las mujeres quieran de hecho ser violadas; nunca la violencia sexual ni las faltas al consentimiento están justificadas. En una fantasía, la persona tiene completo control de todo lo que pasa, y sea cual sea el escenario, todo sucede bajo la dirección de quien imagina. No es así en un caso de abuso sexual, en donde hay una víctima y un victimario.


McGreal señala la tendencia presente en muchas personas, en especial las muy imaginativas y de mente abierta, a explorar (aunque sea en la imaginación) situaciones eróticas diversas o hasta exóticas y extravagantes. Pero si esto bien podría explicar las fantasías de violación a manos de seres fantásticos que tengan la apariencia básica de hombres atractivos (como vampiros, faunos, demonios o extraterrestres), sigue siendo difícil comprender las fantasías que involucran bestias como yetis, dragones, hipogrifos o velocirraptores.

McGreal sugiere que estas criaturas despliegan virtudes masculinas que comúnmente muchas mujeres encuentran sexualmente atractivas: fuerza, vigor, pasión, deseo de dominio y hasta cierta inteligencia y sensibilidad ocultas De hecho, la autora Alice Xavier señala que una diferencia importante entre el erotismo con monstruos y la simple zoofilia es que los monstruos deben tener inteligencia y sentimientos humanos o casi humanos para que la fantasía sea completa. Para McGreal, las fantasías con monstruos serían el resultado de llevar estas tendencias eróticas tan comunes hasta sus últimas consecuencias.


El atractivo del porno tentacular, me parece, es más fácil de explicar. En él se suman diversos fetiches y fantasías tales como: violación, bondage, escenarios irreales, y doble o triple penetración simultánea. Además, ya que las mujeres por lo regular aparecen suspendidas en el aire y los tentáculos se encuentran bastante lejos del cuerpo del monstruo, esto permite contemplar la escena desde diferentes ángulos y hacer acercamientos audaces sin que nada estorbe a la vista.

En los libros eróticos que se venden en Amazon o la fanfiction que se halla en diversos foros, obras escritas por y para mujeres, el placer, el deseo y hasta el enamoramiento de la protagonista son fundamentales. Pero en el hentai y el porno, cuando sus creadores y consumidores son principalmente varones, esto parece ser más bien la excepción. De hecho, el asalto, de una violencia chocante, muy a menudo incluye la total humillación, sometimiento y degradación de la víctima (y, en ocasiones, la muerte).


Saltan a la vista las diferencias entre, por un lado, una fantasía concebida por mujeres para otras mujeres, que tiene un sentido de aventura, de empatía con el otro y hasta de empoderamiento; y por otro, una fantasía completamente androcentrista y misógina en las que los hombres pueden imaginarse en el papel de los monstruos, tan poderosos que pueden poseer a cualquier mujer sólo tomándola entre sus garras, sin que la voluntad y los deseos de ellas importen en lo absoluto. Así que sí, señores: esto es también parte de una cultura de la violación.

Lo anterior nos muestra la necesidad urgente de contar más con la mirada femenina en nuestra cultura erótica, que se beneficiaría mucho de abrazar los valores que las mujeres han impreso en los materiales creados por ellas mismas, en oposición a la misoginia presente en lo que los varones han estado creando por generaciones. El éxito de la recién galardonada The Shape of Water, en la que una mujer tiene una relación romántica con el Monstruo de la Laguna Negra, es una muestra de cómo pueden ser historias eróticas guiadas por el espíritu de aventura y exotismo a la vez que por un erotismo empático.


Como fuere, éste es un tema que puede explorarse desde la psicología, los estudios culturales o la teoría de género. Aunque quizá, como dice Howard en Scientific American, las fantasías de monstruos folladores son un ejemplo más de cómo la sexualidad humana es tan variada y contradictoria que muchas de sus expresiones escapan la explicación. Sea como sea, lo cierto es que el porno con criaturas fantásticas es mucho más que una moda pasajera, sino que parece algo que se quedará por mucho tiempo.

FIN


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